Llegará un día que cuando se equivoque quizá ya no seré la primera persona en saberlo. No lo sé.
Pero hoy me recordaba Gabriela mi niña de tres años, que nuestro hogar es el mejor lugar que tienen nuestros hijos para equivocarse, para aprender, para levantarse.
Nuestro hogar debe ser el espacio en el que practiquen sin miedo sus emociones, tristeza, miedo, alegría, frustración…
Debe ser ese lugar donde toman sus primeras decisiones con confianza, sin miedo a un “te lo dije” o condicionados por un “no aprendes”.
Pero para ello nuestros hijos necesitan encontrar madres/padres que los escuchemos incluso cuando nos hablan sin palabras, en ese momento aún más… necesitamos valor para aceptar sus emociones sin negarlas con un “no se llora” “no pasa nada” “es lo que hay”.
Hablar el lenguaje de nuestros hijos es esencial en un mundo lleno de adultos rotos que un día cuando fuimos niños/as necesitamos también de alguien que nos escuchara, que nos comprendiera, que no nos juzgara.
Muy sabio aquello de que es más fácil criar niños fuertes que reparar adultos rotos. Sin embargo, cada día siendo madres/padres la crianza nos enseña que cuando ayudamos a nuestros hijos también ayudamos a nuestro niño interior a sanarse. A veces, sólo hace falta un abrazo ❤️.
Una mamá psicóloga. Milena González