Ayer justo entrando a casa después de llegar del cole, Gabriela empezó una pequeña rabieta porque no quería comer la comida que había hecho. Después de intentar varias técnicas me di cuenta que no estaban funcionando porque mi actitud como mamá en ese momento no estaba facilitando las cosas.

Yo estaba enfadada y molesta con la situación. Así que decidí cerrar mi boca y tomarme un “tiempo fuera positivo”.

Me fui cinco minutos al baño, cogí un libro de chistes que tengo y me leí unos 10, me partí de risa y salí con otra perspectiva de la situación. Todavía los recuerdo y me muero de risa.

Lección 1: Razón tiene Jane Nelsen cuando dice que “cuando nos sentimos bien, actuamos bien”. Tratar de resolver un problema con nuestro cerebro emocional “destapado” puede dificultar mucho más la comunicación con nuestros hijos.

Lección 2: Las emociones se contagian. Yo estaba enfadada y con mi actitud y palabras estaba llevando a mis hijas a sentirse igual que yo. Recordemos que somos los guías y mentores de nuestros hijos. Cuando salí del baño que ellas me vieron que me partía de risa empezaron a reírse también al verme así y el ambiente se volvió mucho más cooperativo.

Tener un pequeño tiempo para mi como mamá es una de las cosas que más he aprendido y agradezco de la disciplina positiva. Me ha ayudado a aprender a cerrar mi boca cuando lo que voy a decir o a seguir diciendo no capacita a mis hijas.

Si quieres intentarlo te animo a que lo hagas, con mucha probabilidad vas a ver las cosas con más tranquilidad y claridad.

¿Tienes alguna técnica para calmarte en esos momentos de locura? Te leo.

Una mamá psicóloga. Milena González

Share This